#65 – Miguel de Castrojeriz (3ª parte)

En la primera parte y la segunda parte de esta trilogía te conté toda la peripecia de mi llegada al albergue Castrojeriz y de mi encuentro con «Miguel», un extraño peregrino que, una noche mientras estábamos cenando, me planteo la posibilidad de que él fuera un extraterrestre, o en principio eso es lo que me pareció a mí…

Porque luego la cosa fue por otros derroteros… Haha, ¡tenía que crear un poco de suspense! Eh, y que tampoco exagero en nada de lo que te conté.

Bien, pues estábamos sentados en la mesa de la cocina del albergue cuando Miguel me hizo la siguiente pregunta: «¿Conoces a esta gente que son extraterrestres y que están aquí en la Tierra con apariencia de humanos?».

Yo le contesté: «Quizá tú eres uno de ellos» (dadas la circunstancias de mi encuentro con él, por un momento pensé que sí era un extraterreste).

Y él añadió sonriendo: «O quizá lo eres tú».

¡Y lo que pasó es que nos reímos un montón!

Seguimos charlando durante un rato y ya nos fuimos a dormir.

Por la mañana, me levanté y Miguel me dijo que él se quedaría en Castrojeriz un día más, a pesar de que las hospitaleras que vinieron por la mañana se oponían, pues él ya llevaba en ese albergue creo que 3 o 4 días. Tuvimos una discusión con ellas y al final accedieron a que se quedara.

Yo NO me quedé. Mis piernas ya estaban un poco recuperadas después de un día de descanso y EL CAMINO ME LLAMABA CON FUERZA…

Así que recogí mis cosas, hice la mochila y medio me despedí de Miguel. Él me dijo que iría al consultorio del médico del pueblo, al menos para que le hiciera un justificante conforme no se encontraba bien y así poder quedarse unos días más en el albergue. Para las hospitaleras y sus normas.

Luego me dijo que tenía intención de subir al monte donde está el castillo, que es bastante alto y está justo al lado del pueblo. Hay como una especie de castillo en ruinas en lo alto.

Pues bueno, en estas que ya era media mañana y yo lo tenía todo recogido. Y me quería despedir de mi amigo. Pero él no estaba. Me supo mal irme sin que me diera ni su email, si quiera, después de todo lo que habíamos compartido. Pero por alguna extraña razón, no pudo ser.

Salí con mi mochila magentizado por el Camino y miré atras. Creo que vi a Miguel muy a lo lejos, en lo alto del monte, caminando hacia el castillo. Le dije adiós con la mano, pero supongo que no me vio.

«Da igual», pensé. «Me voy».

Y seguí caminando durante 3 semanas más, conociendo otra gente y viviendo aventuras, hasta que llegué a Santiago de Compostela y me di cuenta de que la felicidad no está en llegar al destino final, sino que está en los pequeños detalles del camino que te lleva a ese destino final.

Y luego me fui hasta Finisterre, «el fin del mundo», y me quedé allí varios días oyendo las gaviotas. Y luego cogí un autobús de vuelta al aeropuerto de Santiago y un avión a Barcelona. Y llegué a mi casa que parecía Terminator, con las piernas literalmente de hierro.

Pasaron los años y siempre me acordé de Miguel y de todo lo que hablamos durante ese largo día.

E incluso lo idealicé un poco, pensando que quizá sí que era un extraterrestre que «la vida me puso en el Camino» para que yo empezara a hablar de Conciencia, en este caso con alguien que lo necesitaba, y darme cuenta de que yo también podía ser un Maestro.

Ayudé a Miguel en aquel momento y eso me dio confianza. Quizá solo cruzamos nuestros caminos para esto. Quizá las piernas me dolían ese día y tuve que quedarme en Castrojeriz por esa simple razón.

¿Sabes?, al cabo de un par de años fui a una chica que leía los Registros Akashikos y me contó cosas de mis vidas pasadas y de mi presente. Y mira tú si yo recordaba mi encuetro con Miguel de Castrojeriz, que le pregunté a la chica si ese ser que me encontré ese día era un extraterrestre o un humano, y me dijo, no con estas palabras pero sí con este sentido: «No te flipes chaval, que es un humano y vive en Pontevedra». Y también me dijo, en su lenguaje de Nueva Era, que en ese momento él estaba pasando por un Despertar Espiritual muy fuerte, de una vibración de 3D a una de 5D, y que su encuentro conmigo le sirvió para anclar mejor ese cambio.

En fin, la cuestión es que yo he perdido totalmente el contacto con Miguel. Si no tienes al menos un apellido, hoy en día es muy difícil encontrar a alguien en las redes sociales. Así que, en este instante creo el potencial de que este artículo le llegue algún día a Miguel y podamos contactar. «Si esto te llega, socio, no dudes en contactar con Guillonauta. Han pasado 14 años, pero me encantaría saber cómo estás y cómo andas con tu Realización».

Un abrazo, hermano.

Y siempre y por supuesto, ¡Buen Camino, Peregrino!

Catrojeriz a lo lejos con el castillo en lo alto. Foto tomada desde
el Mirador de Mostelares, caminando ya hacia Itero de la Vega.

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